Un discípulo del maestro zen Bankei fue sorprendido robando durante la clase. Todos los otros pidieron su expulsión, pero Bankei decidió no hacer nada.
Días después, el alumno volvió a robar y el maestro continuó callado. Disconformes, los otros discípulos exigieron que el ladrón fuera castigado, ya que el mal ejemplo no podía continuar.
-¡Cuán sabios sois! –dijo Bankei-. Habéis aprendido a distinguir lo correcto de lo equivocado, por lo que ya podéis estudiar en cualquier otro lugar. Pero este pobre hermano no sabe lo que está bien y lo que está mal, y solo me tiene a mí para enseñárselo.
Los discípulos nunca más olvidaron la sabiduría y generosidad del maestro Bankei, y el ladrón nunca más volvió a robar.
P.C.
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