15.1.12

Una lectora de mis libros

Una lectora de mis libros me encuentra una tarde de autógrafos en Bilbao, en el País Vasco. “Usted siempre habla de símbolos -me dice-. Quiero mostrarle un símbolo que nunca ha visto”. Al día siguiente va a buscarme en coche al hotel. “No sé cómo comenzó esto –comenta-, pero cuenta la leyenda que un viejo alquimista judío afirmó en una ocasión que los árboles cantaban. El alcalde de la ciudad dijo que, si no era capaz de probar lo que decía, lo mataría. Desde entonces, todos los años, un árbol de Soria canta y vuelve así a salvar, de forma simbólica, la vida de aquellos que creen que todo es posible”. Llegamos a Soria y nos dirigimos a una plaza. Poco a poco comienza a llegar la gente. Y, de repente, una banda de música, al completo y con todos los instrumentos, sube al gigantesco y bicentenario olmo que hay en el centro de la plaza. Cada músico ocupa una rama. A las órdenes de una batuta invisible, el árbol de Soria canta. P.C.

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