24.4.11

La vida mental es un permanente vaivén

La vida mental es un permanente vaivén que oscila entre la soledad y la compañía. Hay quienes detestan la soledad. Les atemoriza porque la perciben como fracaso, aislamiento, pérdida. Necesitan vivir en enjambre, inmersos en ruidos y visiones urdidos por otros. Ceden su individualidad a la colectividad. Renuncian al "yo" para convertirse en "nosotros", ese devorador sin límites que antes se cocía en la familia, el barrio, la comunidad, y que ahora, globalizado por opiniones, modas, dogmas, informativos e intereses, arrastra sin escapatoria a los entregados al tsunami de lo efímero.
La soledad buscada, allí donde somos capaces de hacer que nada irrumpa ni nos interrumpa, es un infinito espacio de encuentro con nosotros mismos; cuando dejamos de ser hámsters girando en ruedas de cansancios sin fin hacia la nada. La soledad es lo único que nos permite apearnos de tanta carrera loca para, al fin, encontrar y hablar con la propia conciencia, la nuestra, no la de otros. La soledad, ese escenario lento donde se macera el criterio propio, debe ser compatible con la compañía, cuando abrimos la puerta de la intimidad y nos mezclamos con la convivencia veloz, sabiendo que nuestro sabor no se va a disolver entre el de los demás.
Para descansar, se necesitan ocho horas diarias. Para ir bien despiertos, asidos a nuestro "yo" más profundo, ocho minutos de meditación al día son suficientes.
A.B.

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